Estamos en el supermercado, nos acercamos al lineal y vemos ante nosotros multitud de marcas de tabletas de chocolate. Empieza la primera decisión ¿me gusta el chocolate puro? ¿lo prefiero con leche? ¿le añado almendras? Esta decisión es más o menos fácil ya que todos tenemos predilección por un tipo de este suculento placer irresistible.
Una vez hemos seleccionado el tipo de chocolate que queremos comprar llega la hora de decidir la marca. Obviamente por los tiempos que corren y debido a la coyuntura actual nos fijamos en los precios. A la hora de comprar este tipo de productos inconscientemente nos movemos en un rango de precios que puede oscilar entre 20 y 30 céntimos de diferencia. Superamos la barrera del precio ya que ya hemos descartado algunas marcas y nos centramos en unas pocas que tienen una diferencia mínima de precio.
¡Ya nos hemos decidido! Elegimos el chocolate que queremos saborear y justo en ese instante aparece por el pasillo del súper una amiga. Empezáis a conversar y te comenta que hay un chocolate muy bueno que ha probado y te lo recomienda. De repente un juicio de opinión desmonta por completo toda la teoría que tenías para comprar esa y no otra marca de chocolate.
¿A dónde quiero llegar con este COMUNICANDO? A la importancia y el papel fundamental que juegan hoy en día los prescriptores, clientes que se sienten identificados con una marca y la recomiendan a amigos, familiares, compañeros e incluso desconocidos que están a la misma hora, en el mismo lugar haciendo una compra determinada.
Como conclusión, las marcas deben invertir recursos, tiempo y esfuerzo en comunicar sus valores, propiedades diferenciales y su propuesta de valor de marca al consumidor para conseguir fidelizarlo de tal modo que ejerza la prescripción de sus productos.
Foto de http://www.packagingoftheworld.com
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